Estudios

La honra a los padres
Durante los años que Dios me ha permitido ministrar a los jóvenes, me he dado cuenta de que cuando son confrontados por Dios, muchos de ellos tratan de evadir esa confrontación, bromeando, molestando o con indiferencia. Cuando en alguna prédica, testimonio o película cristiana, se ven acorralados por el Señor, reaccionan evadiendo a través de comentarios, chistes y otras cosas. Quieren ocultar su problema. Y es donde me pregunto, ¿por qué evadir cuando Dios quiere hablar con uno al respecto? No debes huir, ni esconderte de Dios ante los problemas que tienes. Evadirlos no resuelve en nada la situación, en lugar de esconderte, hay que enfrentarlos. He visto que muchos jóvenes tratan de evadir los problemas y la relación áspera que tienen con sus padres en vez de buscar en Él el perdón y la sanidad. Cuando tenemos problemas es cuando debemos abrirle nuestro corazón y decirle: “Señor, ayúdame a salir adelante”.
Los problemas hay que afrontarlos. La persona que tiene cáncer, pero lo niega, con eso no se lo cura, y la persona que cubre su tumor con una manta, por cubrirlo no se le desaparece, sólo lo esconde. Debemos dejar de ser personas que escondemos nuestro corazón y tratar de dejar de ocultar lo que llevamos por dentro. El Señor lo único que nos pide es que seamos sinceros en el área de nuestra vida en la que tenemos problemas, para meter su mano ahí y transformar las cosas que nos hacen daño.

Nuestros padres son quienes nos educan, nos enseñan principios y el debido respeto, y nos muestran el camino que debemos seguir en la vida. La mayoría de nosotros tenemos una época en nuestra juventud en la que nuestros padres nos parecen las personas más anticuadas que existen en el mundo. Pero no es así, tal vez no están a la moda en algunos aspectos, pero los principios que nos transmiten siempre son y serán valederos.

En la Palabra de Dios, en 2 de Timoteo 3:1 leemos: “También debes saber esto, que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos, porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios”. Aquí nos hablan de que vendrán tiempos peligrosos, porque habrá gente peligrosa, y dentro de esa gente, me sorprende ver que están los desobedientes a los padres”.

Si desde pequeño se desobedece a los padres, se tendrá un mal futuro. En cambio, cuando se les honra, Dios promete bendecirnos y darnos una larga vida en la tierra. Debemos respetar a nuestros padres y obedecerlos, pues esto es primordial para tener una buena relación con Dios.

Muchos de los problemas que nosotros reflejamos en la juventud son el resultado de la relación que tuvimos con nuestros padres.
Cuando Jesús vino, marcó bien la diferencia entre un antes y un después. Cada vez que nos hablaba de Dios, lo hacia refiriéndose a Él como un Padre, y esto podemos verlo en la enseñanza del Padre Nuestro, en Lucas 11:2. Como podemos ver, Jesús no dijo “Jehová nuestro”, ni “Dios nuestro”, Él empieza diciendo “Padre nuestro”, pues Dios es nuestro Padre.

A la mayoría de personas le cuesta tener una buena relación con Dios, porque no lo ven como Padre. Relacionan el concepto que tienen de su padre terrenal o de la relación que tuvieron con él a Dios, y creen que los defectos y los obstáculos que un día vieron en su padre los verán también en el Señor. Por ejemplo, quien tuvo un padre tacaño, que le decía que no a todo, asume que Dios va hacer lo mismo con él. Pero en Mateo 7:11 Jesús dijo: “Pues siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” Jesús nos estaba enseñando que Dios quiere darnos lo que necesitamos, y sólo espera que se lo pidamos. Pero para aquellos que crecieron con un padre avaro, les cuesta comprender la plenitud de la bondad del Señor y concluyen que no es correcto pedirle abiertamente a Dios.

La Biblia nos enseña que Dios siempre está con nosotros. En Juan 14:11 dice: “Yo no los dejaré huérfanos; vendré a vosotros”, pero a pesar de que la Palabra nos lo dice, cuando se carece de la existencia de un padre terrenal, se asume la inexistencia de Dios, porque la imagen más cercana a Dios en la tierra es un padre.

Si tuviste padres que no te daban amor o no les interesaba lo que hacías y no te ponían atención, empieza a servir a Dios incondicionalmente sin que te importe nada, porque ese es el carácter de hijo que formaron en ti, y es ese el que le estás entregando a Dios.

Cuando asociamos la imagen mala que tenemos de nuestros padres terrenales con Dios, estamos cometiendo un error muy grande, porque no vemos lo bueno y generoso que es Dios. Debemos empezar a conocerlo como el Padre que las Escrituras nos revelan que es, no como nuestro subconsciente identifica que es un padre.

Puede que nuestros padres terrenales nos hayan hecho unas personas correctas y que nos hayan educado muy bien a través de muchas correcciones, pero no tenemos sana el alma y por eso nos cuesta mantenernos en comunión con Dios, aunque seamos muy buenos cristianos.Cree en Dios como Él es, como un Padre justo y amoroso que le pone atención a sus hijos, y te dice las cosas buenas que tienes, sin temor a que te jactes. Dios es un padre que cree en ti.

Fuente: Cash Luna

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